Viejas Costumbres de
Semana Santa


A finales del siglo XIX principios del XX, las festividades de la Semana Mayor o Semana Santa comenzaban con el " Toque de Tinieblas del Miércoles Santo", donde el comercio cerraba sus puertas hasta el lunes de pascua, no había fiestas y las personas tomaban una actitud seria y tranquila, donde se " ponía una pausa al publico del festivo pueblo tapatío" .

El Jueves Santo era el destinado a los " estrenos", donde la gente humilde abría el baúl olvidado durante el año para ponerse la ropa ese día, los ricos o linajudos sacaban de sus arcones la clásica levita cruzada y el pantalón de paño finísimo ; las damas la mantilla de burato y la enagua de merino con pastelones de estatua.
La clase media se limitaba a presentarse aseada en los templos, principalmente por la tarde a visitar los monumentos : los hombres con pantalón ajustado, chaqueta raída, un pañolón a guisa de corbata y sombrero lavado con amole ; las mujeres de enagua de media crinolina, con saco de encajes y blondas almidonadas y la clásica mantilla verdinegra ; los chicos con trajes surcidos, pero limpios, con botines de razo y cachucha de balleta".

Se levantaban suntuosos altares en varios puntos de la ciudad, la gente llamaba a estos altares Monumentos, " tanto por la profusión de cera escamada, como por el arte religioso con que se componían" eran unas verdaderas obras de arte. Alrededor de la manzana donde esta la catedral, se colocaban varios puestos de aguas frescas, adornados con papel de china picado y con muchas ollas y jarritos ; en estos puestos se vendían "Los Toritos", que eran grandes vasos de agua fresca con tequila o aguardiente, estos "toritos" eran muy buscados en toda la Semana Santa. Trinidad Laris nos cuenta que "en breves instantes trocaba a los consumidores en parlanchines y acaban de hablarse de tu con los otros parroquianos".

En el Viernes Santo no se veían coches por las calles, no circulaban las carretillas de los aguadores, ni salían los animales como los caballos del lechero y no se "toreaba", en los templos se celebraba el sermón del "Encuentro", donde en la esquina del Portal Quemado (16 de Sept. y P. Moreno) se encontraban las imágenes de Jesús y de la Virgen de la Soledad, luciendo sus mejores joyas y salía del templo de su nombre acompañada de sus cofrades. Cuando se daba este "encuentro", un orador decía un buen sermón alusivo a la época. Las Siete Palabras eran solemnísimas con música de Loreto y todos los fieles asistían a ellas de riguroso luto, había otra procesión llamada del "Santo Entierro", primero se hacía en las calles y después en el interior de las iglesias, los cofrades que cargaban la pesada urna del Santo Entierro, sudaban la gota gorda y el sacristán diciendo a cada momento "hagan lomo y no repelen los que cargan al Señor", les daba ánimos para seguir sosteniendo su pesada manda. Se colocaban en varías casas los "Incendios", que eran altares donde se veneraba a Nuestra Señora de los Dolores, por el gran número de velas encendidas que tenían se les dio el nombre de "Incendios", porque hay que tener en cuenta que en esa época no había luz eléctrica y con semejante flamas, alumbraba las obscuras calles que realmente parecía que algo se incendiaba, de aquí su nombre.

Después del repique general a las diez de la mañana del Sábado de Gloria, la ciudad despertaba y comenzaban a correr los carros con alfalfa y verduras, se tocaba música por las calles y se preparaban para la quema de Judas, en todos estos días santos aparecían las ricas empanadas de crema de leche y de pescado, también se ponían varios puestos vendiendo tepache, tejuino y aguas de chía, horchata y piña.



 


 
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