En el último cuarto del siglo XVII, se establecieron los filipenses
en Guadalajara, o más bien dicho se estableció un grupo de
sacerdotes afiliados a los filipenses.
Esta congregación se organizó el 16 de mayo de 1679 e hicieron
votos religiosos, confirmando la fundación el pontífice Clemente
XI por bula del 22 de marzo de 1702 y ratificándola posteriormente
por cédula de Felipe V, el día 13 de agosto de 1721.
Después de fundada la congregación y a instancias del
obispo Garabito (decimocuarto obispo de Guadalajara), los filipenses tuvieron
que convivir con los sacerdotes oblatos del Salvador, ya que tenían
reglas muy similares.
Tenían como residencia el Santuario de la Soledad, erigido por
el capitán Juan B. Panduro. Aquí iniciaron los filipenses
sus tareas religiosas; mientras que el señor Garabito adquiría
un solar en el sitio denominado La Palma, que en esa época era la
orilla noreste de la ciudad y estaba contiguo al Colegio de Niñas
de San Diego.
Por real cédula de Fernando VI, el 25 de octubre de 1751, se
les autorizó a los filipenses trasladarse a la plazuela de La Palma.
Aquí el primitivo templo debió haber sido pequeño
y a mediados del siglo XVIII empezó la construcción del templo
que vemos hoy. En 1752 el alarife Pedro José Ciprés comienza
a levantar la iglesia (desgraciadamente no hay ningún dato de cómo
fue que consiguieron el dinero necesario para la erección), y fue
dirigido por el padre filipense Cristóbal de Mazariegos.
Esta bella construcción dio a su fin en 1802 y se le dedicó
a la Asunción de la Virgen. Por muchos años, los filipenses
trabajaron en paz en las tareas propias de la orden; pero después
de un tiempo, muchos problemas internos fue la causa de expulsiones a varios
padres y la iglesia fue pasando de mano en mano.
El cuatro de agosto de 1850 los filipenses abandonan el local, habitándolo
las Hermanas de la Caridad y más tarde fueron retiradas, porque
el edificio iba a servir entonces como instituto religioso. En 1904 adquirieron
el recinto los jesuitas, quienes construyeron en la casa anexa al Oratorio
un segundo piso, construcción dirigida por el ingeniero Manuel de
la Mora y ahí funcionó un colegio para niños y jóvenes.
Años más tarde pasá a manos del Gobierno y ocupándolo
hasta la fecha la Escuela Preparatoria de Jalisco (la No. 1). La fachada
está compuesta de tres secciones, tienen dos juegos; dos calles,
con entre calles y con imágenes de tamaño natural en piedra;
la puerta principal es de dos hojas, con la madera original y magnífica
clavazón de bronce. Las columnas no son completas, son medias columnas
incrustadas dentro de la masa de la fachada misma y entre ellas, cuatro
esculturas; hornacinas de concha albergando las esculturas de San Bernardino
de Siena y San Felipe Neri.
En el segundo cuerpo, se encuetra una ventana rectangular que ilumina el
coro y bajo su repisa el blasón de la orden filipense, en sus hornacinas
las esculturas de bulto de San Francisco de Sales y San Pedro Alcantar.
El tercer cuerpo está rematado por un inmenso retablo pétreo
y en el centro de este cuerpo una imagen esculpida de La Asunción,
flanqueada por medallones de fino relieve. Sobre la cornisa del imafronte,
en el centro se esculpió la figura del arcángel San Miguel
y al costado derecho sobre la cantonera de esquina, descansa la escultura
de San Cristóbal.
El interior de la iglesia fue diseñada en forma de cruz latina,
la nave mide 47.70 m. de largo y 11.30 de ancho, dividida en pie, trasepto
y testero. La cúpula de ocho gajos formada por una tracera, cuyos
nervios forman una estrella y en el último tercio de su altura se
cortan los nervios para dar forma a la figura de una flor, en cuyo centro
está la linternilla.
Lo que más sobresale de este templo es su bella torre, ya que por
su diseño y proporción está considerada como una de
las más hermosas de América. Construida por dos cuerpos;
el inferior de planta cuadrangular, con dos vanos por lado enmarcados en
marco de medio punto, donde están las campanas.
El segundo cuerpo tiene forma de prisma ortogonal, es el mejor diseño,
barroco por excelencia y presenta arcos de medio punto en cada cara. Corona
a la torre una cúpula de manera a campana invertida. Actualmente
el templo lo tienen y atienden los jesuitas, y está a la disposición
de usted, mi culto lector, para que conozca este templo catalogado como
el más bello de la ciudad