El Señor de las Aguas



Cuenta la leyenda que allá por los años de 1620 a 1621 en la laguna de Magdalena (municipio de Magdalena), reinaba en la aldea el valiente cacique Cuahuitli quien era el señor de esos dominios ; en ésta laguna eran célebres las regatas y en una de éstas verificada el 25 de julio (festividad del Apóstol Santiago) de uno de los años antes dichos, dieron lugar a la siguiente historia. "Brillaba con todo su esplendor del sol en el azul cielo, cuando la hermosa india Citlalli, hija del cacique, vestida de su rica Huipilli, de su valiosa tilma y del arrogante yahual, que formado de ricas plumas hacían más atractiva la gracia de su linaje, en empavesado, barca desafiando al apuesto teniente español Don Lope de Ruensaldaña que, atraído por la fama de la pericia y habilidad de la hija de cuahuitli quizo humillarla delante de su pueblo en singular lucha sobre las aguas de la Laguna de Magdalena.

Ya casi vencido el español, la delicada Citlalli, que siempre en más de cien combates había salido vencedora, de pronto se siente desfallecer y abandonando los remos, cae sin fuerza en el agua.
Don Lope extrañado que de que su adversaria quedara atrás, vuelve la cabeza y la ve flotando como muerta. Retrocede y recogiendo a la hija del cacique en su propia barca, vuelve a la playa. Quedó tan prendado el de Fuensaldaña (sic) de Citlalli, que aún no vuelta en sí, la pide al cacique por esposa: indignado éste con tal petición le contesta que nunca unirá a su hija con un enemigo de su raza;
Don Lope le jura que nunca lo ha sido y que al unirse con ella, verá a los indios como sus propios hermanos y a él, el cacique, como a su propio padre. Cuahuitli, viendo la sinceridad del teniente español, pregunta a su hija si quiere ser su esposa, la que le contesta de una manera afirmativa, diciendo "que le amaba como sabían amar las indias".

Ocelotl, hijo del gran sacerdote Micuahuitli, que había sido despreciado por la orgullosa Citlalli, al saber que ésta se unía con un conquistador, juró ante su padre quitarse la vida antes que ella se uniera con otro hombre.El gran sacerdote se entrevista con el noble Cuahuitli y le amenaza maldecir al pueblo si permite que su hija se enlace con un enemigo de su raza. El cacique se ríe de la amenaza y el matrimonio se verifica.

Celebrada la ceremonia con la solemnidad que correspondía a los nobles contrayentes, se hizo como era costumbre entre los indios, un paseo de gala en la laguna de Magdalena. Micuahuitl, que ya había perdido de su prestigio desde que el cacique y su hija se habían convertido a la religión Católica, rabioso por su impotencia y desesperación, desde una alta roca levanta su trémula mano y maldice aquel cuadro de felicidad y alegría... ! El cielo que ya de suyo estaba cubierto de negros nubarrones, cruzados por relámpagos de luz, parece que corresponde a la maldición de aquel falso adorador de los dioses, porque desatan sus nubes tan fuerte granizada sobre las barcas, que están enmedio de la más grande turbación, pretenden ganar la orilla; más Ocelotl y su hermano Tochitl, al frente de los más aguerridos combatientes del pueblo de San Juanito los impiden llegar a esta.
Si el peligro de zozobra es inminente por estas causas, lo que acabó de agravar la situación es la inmensa marejada de una terrible tromba que, habiendo barrido el pueblo de San Juanito arrojó echas astillas las barcas a las playas, dispersando en precipitada fuga aún a los mismo asaltantes. A la mañana siguiente el cacique y todo el pueblo se agitaban a la orilla de la laguna esperando ver de un momento a otro los restos de la embarcación de Don Lope y de Citlalli, o los cadáveres de éstos que era lo único que no había sido arrojado el día anterior a la playa.

Pérdida la esperanza y próximos a retirarse a sus hogares, para llorar con el cacique la muerte de Citlalli, se ve a lo lejos como punto negro que agrandándose poco a poco llama su atención. Llenos de curiosidad, esperan a que aquel objeto llegue hasta ellos. Un grito de júbilo sale de los pechos al ver que aquel objeto es la Imagen de Jesucristo en la Cruz que sirve de sostén a Don Lope y a la bella Citlalli que, tomados de uno y otro lado de los brazos de su Cruz nadan hacia la orilla.
La imagen que salvo milagrosamente a estos desposados fue la del Santo Cristo, que hacía varios años se veneraba en la iglesia de San Juanito y que al ser barrida por la tromba de la que ya se hizo mención, fue llevada en las corrientes a la laguna de Magdalena y colocada en la Parroquia del mismo nombre, fue objeto de repetidas reclamaciones de los indios del pueblo ya mencionado.
Hoy día se venera en la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad en una capilla especial con el conocido nombre de "El Señor de las Aguas", aludiendo a la leyenda relatada". (T. Laris)

Efectivamente, el pleito entre esos pueblos por la imagen de Cristo llegó a tal grado, que la curia eclesiástica mandó traerlo a Guadalajara para acabar con el conflicto, se colocó el crucifijo en la catedral. Fr. Luis del Refugio de Palacio en su obra "Recopilación de Noticias que Relacionan con la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Zapopan" nos informa que : "La cruz primitiva que trajo el Señor de las Aguas está en el convento de las Capuchinas". José Cornejo Franco nos dice que : "Cuando en 1618 fue dedicada la nueva Catedral, apenas cerradas sus bóvedas, la capilla del Señor de las Aguas quedó de Sagrario; la fuente bautismal en la que le corresponde y se dedicó a Nuestra Señora de la Soledad. El mismo día de la dedicación, a 19 de febrero, hubo el primer bautizado : lo fue Don Hernando Castilla y Saavedra por el Arcediano Don Pedro Gómez de Colio".

Nos cuenta Juan B. Iguíniz que en esa misma época "se llevaron a cabo diversas obras materiales en la capilla del Sagrario. El Dr. Eusebio Antonio de Riaza, que sirvió la parroquia desde 1715 hasta 1728, la decoró, mando construir un magnifico retablo y fabricó la sacristía para su servicio y anexa a ésta una vivienda para el teniente de cura a fin de que atendiese con mayor eficacia al desempeño de su ministerio, la cual correspondía, según creemos, a la que hoy habita el campanero de la Catedral". Ignacio Dávila Garibi en su "Memorias Tapatías" nos narra al referirse a la Catedral que ; "Hacía además los altares de las dos capillas laterales : la principal y la más antigua era la del sagrario, hoy del Señor de las Aguas y enfrente a la que llamaban del Marqués, dedicaba lo mismo que ahora, a Nuestra Señora de la Soledad".



 


 
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