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El Rincón del Diablo
E1 convento de Santa María de Gracia abarcaba por el oriente
hasta el río San Juan de Dios (hoy Calzada Independencia), por el
norte hasta la calle Juan Manuel, por el poniente hasta Belén y
por el sur hasta cruzar por Hidalgo, en una de sus largas paredes, chocaba
un angosto callejón tétrico y obscuro, llamado del "Ahorcado",
se le conocía por ese nombre por que ahí se colgó
a un adúltero de apellido Lemus. En la época virreinal este
callejón era visto con horror por todos los habitantes de Guadalajara.
Al tiempo se le comenzó a llamar como "Rincón del Diablo"
por un suceso muy comentado que pasó ahí, el señor
José T. Laris nos cuenta que: "En postrimerías del gobierno
de la Real Audiencia en Guadalajara fue indispensable construir en la huerta
del Convento de Dominicas, ya mencionado, un departamento precisamente
frente a lo que después se llamó "Rincón del
Diablo".
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Una pequeña ventana, en forma de aspillera, se abrió en
la pared que cerraba el callejón del "Ahorcado" y bajo
de ella quedaba la cama de la maestra de novicias, porque precisamente
el departamento que se había hecho era para el noviciado.
En una noche, en que ni la luna se atrevía a atisbar por aquellos
tétricos sitios, se despertó alarmada la religiosa encargada
de las novicias a causa de los gritos y blasfemias que se escapaban de
aquel antro de tinieblas. Como en ese momento la esquilita capuchina tocaba
a maitines, a las doce de la noche, la maestra del noviciado no pudo darse
cabal cuenta de la tragedia que se desenvolvía en el ya repetido
callejón: mas habiendo cesado la esquila de llamar a las religiosas,
mediante una silla pudo, la religiosa, asomarse por la arpillera, bajándose
violentamente, horrorizada al ver que frente a la puerta de la casucha
que ocupaba el rincón, había una larga mesa con paño
de tumba, donde cuatro velas negras sostenidas en cráneos humanos,
alumbraban a varias mujeres desmelenadas, que apurando en copas un brebaje
misterioso, azotaban con recias disciplinas a un Santo Cristo de Marfil,
que tendido sobre aquella triste y sacrílega mesa, parecía
que con sus inconmovibles miradas suplicaba gracia y favor de aquellas
brujas.
No pudiendo contenerse la religiosa, llamó a la abadesa, que alarmada
y a pesar de sus años trepó sobre la silla y al darse cuenta
del sacrilegio no esperó a que amaneciera, sino que a esas horas
mandó llamar al mayordomo del Convento, un respetable sacerdote,
el que apenas amaneció dio noticias al Obispo de Guadalajara de
lo acontecido.
El Sr. Alcalde, Obispo de la Diócesis, mandó llamar a los
oficiales del Santo Oficio para enterarlos de lo acaecido. El tribunal
de la Inquisición se trasladó desde ese día a un lugar
inmediato al "Rincón del Diablo" para sorprender aquellos
bichos que a tan judía ceremonia se entregaban. La ocasión
se les presentó allí a poco, porque la siguiente noche observaron
los oficiales del Santo Oficio que varios bultos envueltos en luengos y
negros mantos y encapuchados se deslizaban, arrastrándose, por el
callejón, introduciéndose cautelosamente en el lugar frente
al cual había colocada la funeraria misa.
Ellos, con las mismas precauciones, llegaron a la puerta de la casucha
que, albergaba aquellos malvados, aplicando el ojo por la rendija de la
llave, descubrieron que varios caballeros de los principales de la ciudad
y algunas mujeres hermosas se entregaban a darle culto al Diablo. No pudiéndose
contener y a los gritos de "Dense al Rey", "¡paso
a la Inquisición!" empujaron la centenaria puerta, que cayó
hecha astillas, y desenvainando apresuradamente sus tizonas, se trabó
un rudo combate entre los brujos y los inquisitoriales, quedando la victoria
de parte de éstos.
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El Santo Tribunal descubrió que los tertulianos a aquella macabra
fiesta adoraban al Diablo en una rica pintura que adornada con varias joyas,
ocupaba el lugar de honor en su largo y artístico salón todo
él adornado con ricos cortinajes de Damasco y que servía
para sus orgías, las viandas y licores que había en grandes
mesas, que podían compararse con los de la Corte de Nerón
o Caracalla. |
Llevados a la prisión inquisitorial y juzgados benignamente a
los delincuentes aquí terminó este hecho que alarmó
a la religiosa de la ciudad de Guadalajara". Contaban los viejos que
al oír "El Rincón del Diablo", se persignaban y,
decían: "Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento
del Altar", siempre evitaban pasar por ese lugar y cuando tenían
que pasar por ahí, se acompañaban de alguna "santa reliquia
o provistos de una redomita de agua bendita".
Esta casa fue, a través del tiempo, habitada por particulares, fue
Sede de la Santa Inquisición durante la colonia, después
ocupada por un modesto expendio de carbón,paletería y desde
que se hizo la Plaza Tapatía, en esta finca se encuentra la Secretaría
de Turismo del Estado de Jalisco.
Antiguamente este rincón, según la primitivo nomenclatura,
estaba marcado con la letra C, después llevó el número
13 y hoy lleva el número 102 de la calle Morelos.
Existe una Leyenda donde el Diablo también sale a relucir. Resulta
que entre las calles de Reforma y Mezquitán estuvo una gran loza
que llamaban la Piedra Lisa y según creían, bajo esta piedra
se encontraba el nido del Diablo. Esto se creía porque sucedieron
muchas tragedias en este sitio, pues hace muchos años la banda del
barrio del Tiburón, ahí por la capilla de Jesús, tomó
esta esquina como punto de reunión provocando terror al que pasara
por ese lugar. Por si fuera poco, pintaron en la piedra un letrero que
decía "POR AQUI NADIE PASA", ahora sumándole que
en esta esquina estaba una cantina de mala muerte, se hizo un festín
de horror en esa loza, ya sea por personas que querían demostrar
su valentía o por borrachos que desafiaban a los de la banda del
Tiburón.
No era raro descubrir muchas veces llena de sangre dicha piedra, ya que
los muchos borrachos con el calor del alcohol, buscaron pelea con los miembros
de la banda, quedando sin vida en ese sitio. Es por eso que se creía
que debajo de ese pedernal se encontraba el mismísimo nido de Satanás.
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