El gobernador Mariano Paredes quería que desapareciera el vandalismo
y la vagancia del Estado de Jalisco, así que, reunió a las
principales autoridades de la ciudad y acordaron que: "El medio más
eficaz era el de prevenir los delito por medio de la moralidad y el trabajo",
de tal manera que se estimó conveniente crear una escuela dedicada
a educar jóvenes de la clase pobre, para que al llegar a cierta
edad, contaran con un arte u oficio para mantenerse de éste.
En 1841, se fundó este único centro de adiestramiento
obrero en Jalisco, la Escuela de Artes y Oficios estuvo comprometida desde
un principio a "suplir en los niños desvalidos los elementos
de que carecen para lograr una sólida, completa y fructuosa educación,
dedicándolos no sólo a la enseñanza de los buenos
principios que forman al ciudadano y al individuo de familia, sino al aprendizaje
de las artes manuales o mecánicas que por mejor tuvieran adoptar,
para proporcionarse un medio honesto y bastante de subsistencia".
Esta escuela se situó en la vieja Alhóndiga y para ser interno
de esta institución, se requería que fuera originario de
Jalisco o vecino, tener más de 12 años de edad y menos de
16, carecer de bienes y que no padeciera alguna enfermedad contagiosa o
que le impidiera trabajar, huérfano o que sus padres fueran indigentes;
aunque también la escuela tenía internos de paga y externos.
En 1856 contaba dicha escuela con 110 alumnos, para 1863, Dionisio Rodríguez,
quien fue su primer director y principal benefactor del plantel, comunica
a petición del Gobierno del Estado, los inconvenientes que a través
de su experiencia considera como más importantes "las fugas
frecuentes de los muchachos y... la falta de principios (métodos)
de enseñanza"; en este comunicado, Dionisio Rodríguez
no informa de la cuestión económica que era muy poca o nula.
El mismo Rodríguez, a través de amistades y relaciones lograba
cubrir en lo que se podía, las necesidades de la escuela. El pensamiento
de él era que "el desorden, la guerra y el crimen se originaban
en la ignorancia; la enseñanza, por lo tanto, era la base de la
civilización y el orden" . Al poco tiempo, Rodríguez
propuso:
Todo joven que solicite inscripción no será admitido
sin el compromiso previo del padre o tutor, de no sacar el alumno sino
hasta haber terminado su aprendizaje durante el tiempo que fija el reglamento.
Las personas otorgarán la correspondiente obligación ante
la autoridad política.
En caso de fuga del alumno, éste no podría regresar a
su aprendizaje y ninguno de los maestros que tengan talleres en esta ciudad
lo podrán recibir. La autoridad política y los comisarios
prestarán auxilio a la escuela para extraer dichos jóvenes
del lugar donde se encuentren.
Los maestros y alumnos de la Escuela de Artes, mientras permanezcan
en ella, quedan exentos de cargos consejiles y del servicio militar.
Las autoridades políticas y judiciales no remitirían
a la Escuela de Artes jóvenes criminales, ni viciados ni aún
en clase de corrigendos mientras no haya en el establecimiento un local
competente para separarlos, sobre todo de los de corta edad.
El primero de los puntos solo se cumplió en parte; el segundo
nunca se llevó a cabo; el tercero se cumplió mientras no
hubiera exigencias de movimientos armados y el cuarto se respetó,
pero no del todo, pues se admitieron alumnos en calidad de corrigendos
cuando se acondicionó el establecimiento para recibirlos. La escuela
siguió con sus problemas monetarios y continuó el ingreso
de muchos jóvenes, el 11 de agosto de 1868, Dionisio Rodríguez
presenta su renuncia después de 16 años de ardua labor en
la escuela; el gobierno no aceptó esa renuncia "porque el Estado
y la sociedad son testigos de los servicios que presta el C. Rodríguez
en la Escuela de Artes".
Así que Rodríguez continua como director. En 1870 la escuela
tenía 327 alumnos, pero imagínense, como en el plantel los
alumnos recibían alimentos y vestido, y el presupuesto destinado
era muy poco, Rodríguez hacía hasta lo imposible para seguir
con el sostenimiento de la institución, lo que logró hasta
su muerte. En 1866, la Escuela de Artes contó con otro edificio
más, que fue una parte del exconvento de San Agustín, donde
se instalaron las aulas y los talleres de carpintería, herrería,
sastrería, talabartería, sombrería, rebocería,
lancería y zapatería, quedando la alhóndiga para habitación
de los internos. También se formó con algunos alumnos una
banda de música, "siendo solicitado el conjunto en multitud
de ocasiones en la capital y poblaciones de Jalisco".
El 1 de febrero de 1877 murió el señor Dionisio Rodríguez
pero la escuela siguió trabajando. Para 1879 había 154 alumnos
y en el último año del gobierno del Gral. Francisco Tolentino,
se le puso mucho interés a la cátedra de música, pues
se le puso al frente al profesor Clemente Aguirre, así como a la
alimentación de los alumnos, la cual se convirtió en una
más abundante y nutritiva. Cambiaron de local, trasladándose
al ex convento de Santa María de Gracia. Después de la muerte
de Rodríguez, lo sucedió en el puesto el Gral. Gregorio Saavedra,
en 1889 concurrían 200 alumnos internos y 46 externos; el 20 de
febrero de 1888, el gobernador Ramón Corona dotó a la escuela
de un reglamento. En 1897 cambia la escuela nuevamente de lugar, ahora
se coloca en la vieja casona de San Diego donde antes estuvo el Liceo de
Niñas (la Escuela de Artes contaba con 157 alumnos). A finales de
1899 tenía 188 alumnos y en tiempos del Gobernador Ahumada se añadió
al programa las clases de esgrima y gimnasia; en el periodo de 1906 a 1908,
el número de alumnos era de 234, para 1909 se incluyeron las prácticas
de orquesta y natación.
Llegando al año de 1912, se estableció un gimnasio y dos
años después, la Escuela de Artes dependió de la Dirección
de Instrucción Pública por decreto 23 del primero de septiembre
de 1914; se instaló en dicha escuela en 1916, maquinaria moderna
para la elaboración de pan y tortillas destinados a establecimientos
de beneficencia. En 1918, había 190 alumnos y también en
ese año hubo otro cambio de local, al edificio que albergaron se
le conoció como "Espíritu Santo" (esquina Hidalgo
y Chapultepec), construido por Manuel Azpeitia y Palomar. En 1922 esta
institución se convirtió en la Escuela Politécnica
que posteriormente se instala en el local que hoy ocupa la Escuela de Artes
Plásticas de la UdeG., finalmente la Escuela Politécnica,
ya como dependencia de la Universidad, se trasladó en 1949 a las
instalaciones del Instituto Tecnológico.
El plantel Espíritu Santo fue desalojado por los constitucionalistas
y pasó a ser Colegio Salesiano; a finales de agosto de 1938, gran
parte del edificio fue demolido, quedando en pie solo su parte central,
que fue ocupada primeramente por la Escuela Hijos del Ejército y
después fue sede de la Escuela Militar de Aviación. Finalmente
la vieja escuela fue fraccionada en ocho manzanas, en un principio residenciales
y actualmente comerciales.