La Biblioteca Pública del Estado

Cuando los jesuitas fueron expulsados en 1767, la biblioteca del Colegio de Santo Tomás, que era una de las mejores de Guadalajara, la juntaron con la del Seminario del Señor San José; en el traslado de los libros se perdieron muchos de ellos, "
además, doctos varones, según pública fama, solicitaron melfluamente que se les prestaran muchas obras para acrecentar sus conocimientos. Tomos que ya no volvieron a ocupar el hueco que dejaron en los estantes".
Al paso del tiempo, los libros acumulados en los conventos en tres siglos, ya sea por adquisiciones propias o por donaciones, se perdieron de una manera muy triste; si acaso se hicieron catálogos o inventarios están perdidos, dejándonos una gran duda de cuántos y cuáles eran esos tesoros invaluables para nuestro conocimiento. No cabe duda que fue extensa la riqueza bibliográfica, porque en este tiempo, tenemos valiosos libros para darnos una idea clara de la gran calidad y belleza de las obras.
Durante los sitios que Guadalajara sufrió en 1858 a 1860, los libros se utilizaron para hacer trincheras, no es de espantarse, pues la educación de los soldados de las tropas era muy poca o nula, así que cuando se posesionaban de los conventos, los convertían en fortalezas y le daban un aberrante uso a los añejos tomos.

Para colmo de males, al ponerse en vigor las Leyes de Reforma, sacaron de los monasterios lo que ellos decían que "era semillero de fanatismo", que a carretadas se llevaron miles de libros para tirarlos a la presa que estuvo en el Agua Azul y en las partes pantanosas, donde nacía el río de San Juan de Dios.
El convento de San Francisco y del Carmen poseían el mayor número de libros en sus bibliotecas.

Por fin llegó la calma a la ciudad, se comenzó a reunir volumen por volumen de los libros que quedaron, formándose dos importantes bibliotecas, la del Seminario Conciliar (hoy Museo Regional) y la del Instituto de San José; el padre Rositas nos dice que traían los libros del Seminario en carretillas y eran arrojados "como se echan las semillas a algún expendio", para acumularse en pilas desordenadas en la planta superior de ese lugar.

Oficialmente tenemos biblioteca desde el decreto del gobernador Pedro Ogazón, que dio el 24 de julio de 1861, donde estipulaba la creación de la Biblioteca Pública del Estado, institución creada con las obras impresas que se habían reunido de las bibliotecas monásticas y clericales; la biblioteca se trasladó al piso bajo del lado sur del actual Museo Regional, en 1862 y fue el primer director -según Rubén Villaseñor Bordes-, Fray Luis Mongrovejo, "quien por ser el único de su orden que acató en todas sus partes las Leyes de Reforma, mereció que el Gobierno del Estado lo nombrara director de la Biblioteca, Museo y Galería de Pintura".

Fray Luis duró muy poco en su empleo, pues murió de tifoidea en octubre de 1861. Siguió como director Ignacio Acal, nombrado para este cargo que desempeño hasta el 30 de abril de 1863. Aunque oficialmente se creó en 1861, la Biblioteca Pública del Estado no abrió sus puertas sino hasta el 18 de diciembre de 1874, día en que se hizo la apertura solemne de la biblioteca por el gobernador del Estado, Ignacio L. Vallarta, los empleados de la administración y los oficiales pertenecientes a las fuerzas federales; "pronunció un discurso el Sr. Lic. Diego Baz y leyó una poesía el joven D. Pablo Ochoa".
En ese entonces, la biblioteca contaba con 20 mil volúmenes. El primer reglamento de la biblioteca se expidió el 22 de febrero de 1879, Francisco Ayón Zester nos cuenta que este reglamento se hizo "como resultado de que el l4 de septiembre de 1878, el joven Luis Gutiérrez había arrancado varios grabados de la obra De Miramar a México y había sido consignado por esa razón. Se le impuso una multa de cinco pesos y otro tanto, para reparación del daño".

Pero como dice el refrán, que "hierba mala, nunca muere", en julio de 1914 las tropas de la Revolución Constitucionalista se acuartelaron en este edificio, quedando los libros a voluntad de la inculta soldadera; "se formó un verdadero viaducto con libros de todas clases y tamaño sobre una hondada del patio principal, en que se habían estancado las aguas pluviales, para que la caballada pasara sin molestias".

Al ver semejante espectáculo, una persona consciente le suplicó al general Manuel M. Dieguez que salvara los libros que quedaban, "pedimento que atendió de inmediato dando muestras de molestias por lo acaecido".

Por fin llegaron tiempos mejores y la biblioteca siguió con su noble trabajo, se remodeló el local, llegaron más volúmenes y la asistencia iba creciendo día a día; después de albergar por 80 años el antiguo local de Hidalgo y Pino Suárez, la biblioteca se cambió a su nuevo local frente al Agua Azul; en el viejo lugar de la biblioteca el Instituto Jalisciense de Antropología e Historia colocó una placa que dice: "La Biblioteca Pública del Estado, inaugurada el 18 de diciembre de 1874, ocupó este sitio hasta el 23 de diciembre le 1974".

La Biblioteca Pública requería con urgencia una nueva sede que permitiera su normal funcionamiento y su expansión a largo plazo, así que por idea personal de Agustín Yáñez y desarrollada por el arquitecto Julio de la Peña, lograron esta gran unidad, única en su género en la República, alojando a la Casa de la Cultura Jalisciense y a la Biblioteca Púbiica del Estado, "noble sede de la investigación, las letras y las artes". Se le encomendó a Gabriel Flores que pintara la cúpula de la sala de lectura (sala l), la cual pintó en 1958 y para algunos críticos es una de las mejores obras del artista; también plasmaron su obra mural en este edificio, los artistas José María Servín y Mario Medina.
En el patio de ingreso, sobre un pedestal de cantera se encuentra una estatua en bronce del que fuera presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, escritor y humanista, José María Vigil; la escultura está firmada por P. Medina G., y fue colocada en ese lugar de cantera a principios de 1959. El 7 de febrero de 1959, el presidente de la República, Adolfo López Mateos, inauguró la casa de la Cultura Jalisciense, costando la obra siete millones de pesos, incluido el mobiliario y la estantería metálico de un mil 700 metros, instalada para la Biblioteca Pública. La biblioteca fue ocupada el 3 de marzo de 1975 y de ahí a la fecha ha seguido con su servicio a la gente tapatía.



 


 
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