Somos el fruto de cuatro fundaciones, la primera fue en Nochistlán
en 1531, lugar árido y nada agradable, ahí guerrearon con
los indios; la segunda se dio en Tonalá en 1533, pero Nuño
Beltrán Guzmán corre a la gente fundadora del lugar, porque
supuestamente quería él esa población para instalar
la sede de su marquezado como lo tenían Hernán Cortés,
el cual ostentaba el título de Marquez del valle de Oaxaca.
La tercera se llevó al cabo en Tlacotlán en 1535, pero
en ese lugar casi mueren todos, por las constantes luchas que tenían
con el indio Tenamaztli (El Bravo) y su pueblo.Era tanta la presión
de Tenamaztli que los españoles se vieron en la necesidad de pedir
ayuda y el primero en acudir fue Pedro de Alvarado (11 de junio de 1541),
quien engreído por sus hazañas militares en Tenochtitlán
y en la conquista de Guatemala, creyó que aquí repetiría
sus proezas fácilmente, con decirles que abandonó sus proyectos
de descubrir las Californias.
Hizo caso omiso a las recomendaciones que le decía Cristóbal
de Oñate acerca de Tenamaztli y Pedro de Alvarado con voz ronca
y fuerte dijo: "Vergüenza es que cuatro gatillos encaramados
en los riscos, hagan tanto ruido como para alborotar dos reinos (Nueva
España y Nueva Galicia) con menos gente que la que traigo, basta
y sobre para sujetarlo, vamos adelante". Oñate le recalcó
que esos no eran los indios de México y Guatemala y Alvarado le
respondió: "Vale más un indio de los de acá que
mil de los que por allá se han conquistado"; Pedro de Alvarado
siguió viéndolos iguales y ordenó el ataque el 24
de junio de 1541. No hubo más victorias para Alvarado, cuando estaba
huyendo del enemigo, el caballo de uno de sus soldados (Baltazar Montoya),
le atropelló y lo arrastró hasta una barranca cerca de Yahualica;
lo condujeron a Atenguillo y luego a la entonces Guadalajara (Tlacotlán),
donde falleció el 4 de julio de 1541, y a fin de cuentas sus restos
fueron a dar a Guatemala.
Seis años duró el infierno para los españoles,
la llegada del virrey Mendoza les cayó del cielo y por fin derrotan
a los indígenas, pero viendo muy inseguro el lugar comienzan con
su éxodo y se dirigen esta vez a Tetlán, buscando el refugio
del convento de Fray Antonio de Segovia. Ahí fue donde Antonio de
Mendoza propuso el establecimiento de la nueva ciudad, (¡ imagíneselo
usted!, después de haber soportado toda una odisea de percances,
era lógico que la gente estaba asustada, ya no creían en
nada ni en nadie y comenzó la algarabía, gritos iban y gritos
venían, todo era muy confuso, querían fundar una ciudad teniendo
como vecinos a una tribu de indios a un lado del río; pero un potente
grito salido de la garganta de Cristóbal de Oñate y del Sr.
Ibarra, hizo que la gente volteara y guardara silencio, sacó su
cuchillo y lo clavó en el tronco de un árbol que estaba frente
a él y dijo: "Caballeros, soldados y compañeros míos
y los que presentes estáis, aquí señalo horca y cuchillo,
fundo y sitio la ciudad de Guadalajara la cual guarde Dios por largos años,
con aditamento de reedificarla en la parte que más conviniere;
.la cual pueblo en nombre de su Majestad, y en su real nombre guardaré
y mantendré en paz y justicia a todos los españoles, conquistadores,
vecinos, habitantes, forasteros y a todos los naturales, guardando y haciendo
tanto justicia al pobre como al rico, al pequeño como al grande,
amparando a las viudas y a los huérfanos"
Tomó su espada y siguió diciendo: "Caballeros yo
ya tengo poblada la ciudad de Guadalajara en nombre de su Majestad; si
hay alguna persona que lo pretenda contradecir, salga conmigo al campo,
donde le pondré a batallar, lo cual se lo aseguro, porque en su
defensa ofrezco morir, ahora y en cualquier tiempo, defendiéndola
por el Rey, mi señor, como su capitán criado y vasallo y
como caballero". Tres veces lo repitió, para que no quedara
lugar a dudas. Pero continuó el relajo y la gente comenzó
a gritar de nuevo, en eso, se paró a un lado de Cristóbal
de Oñate la señora Beatriz Hernández y se hizo un
silencio sepulcral, diciendo casi gritando: "Gente aquí nos
quedamos, el rey es mi gallo y aquí nos quedamos a las buenas o
a las malas"; su esposo Diego Sánchez Olea la miraba con la
boca abierta y un momento después estallaron los aplausos y cantos
de júbilo. Todo esto pasó el martes 14 de febrero de 1542,
cuarta y dúltima fundación, fundación hecha por una
mujer que tenía los "pantalones" muy bien fajados. Se
empadronaron 62 vecinos que recibieron sus solares, también no hay
que olvidar que el rey de España Carlos I, otorgó a Guadalajara
título de Ciudad y Escudo de Armas, según cédula del
10 de mayo de 1539; de los vecinos empadronados junto con sus familiares,
llegaban a un promedio de 180 pobladores.
Tomó el nombre de Guadalajara, por que Nuño Beltrán
de Guzmán le encomendó a Juan de Oñate que fundara
una villa que llevara el nombre del pueblo donde nació, allá
en Castilla, que era el de Wadil-ad-jara, vocablo de origen sarraceno que
significa río de piedras o río entre piedras. Tuvo lugar
la ceremonia de la última fundación de esta ciudad en el
sitio, hoy ocupado por el flamente Teatro Degollado y quedó la ciudad
flanqueada por los pueblos de indios de: Mezquitán al norte, Tetlán
al oriente: San Juan B. Mexicaltzingo al sur, fundado por indios mexicanos
traídos por el virrey en la pacificación de la Nueva Galicia,
y posteriormente el de Analco con indios cocas y tecuexes que vinieron
con Fray Antonio de Segovia al fundar el convento de San Francisco.