Así que el 15 de mayo de 1563 el rey dispuso a la Real Audiencia,
que le informaran de los proyectos y cuánto costaría sin
que los gastos fueran de la Real Hacienda. Es muy probable que se haya
hecho la obra, ya que en 1597 el Presidente de la Audiencia otorgó
un título de merced de tierras en el que se aplicó el producto
a las obras de agua. En la segunda mitad del siglo XVI, el vecindario se
surtía del río San Juan de Dios y de pozos particulares.
En 1597 entró a la ciudad el agua de los manantiales de los Colomos
por "tagea de cal y canto". En 1600 el gobernador de la Nueva
Galicia, Santiago de Vera, quiso introducir a Guadalajara el agua de los
Colomos (al poniente de la ciudad).
El encargó al maestro Martín Casillas que nivelara la
altura, opinando Casillas que entraría a la Plaza Mayor una vara
y cinco dedos más baja de sus peso se emprendió la obra bordeando
al pueblo de Mezquitán hasta la espalda del convento de Sto. Domingo
(hoy templo de San José), pero no hubo ningún resultado práctico.
Este fue el primer intento para proveer de agua potable a la ciudad. Llegando
a 1606, el historiador Mota y Escobar nos dice que en Guadalajara no había
jardines, ni fuentes por falta de agua, continúa diciendo "el
agua que debe comúnmente en esta ciudad es de algunas fuentes cercanas
que tienen manantiales de agua razonable: los regalados deben de otros
ríos y fuentes mejores que son distantes dos o tres leguas",
Mota y Escobar al referirse a los regalados está hablando de los
de clase alta. Hubo otro intento de introducir el agua en 1640, pero no
tuvo resultados.
Al paso del tiempo se tomó la decisión de solicitar a
la ciudad de México, a Fray Pedro Antonio Buzeta, religioso lego
de la orden de San Francisco, maestro de arquitectura y era muy reconocido
por la conducción de agua subterránea que introdujo a la
ciudad de Veracruz, entre 1723-1724, Buzeta aceptó de buena gana
e inició su trabaja con un reconocimiento de los alrededores de
Guadalajara, analizando que el río de Tololotlán, del riachuelo
de la ciudad, las aguas del oriente de la urbe, el río Zapopan y
el Río Blanco ofrecían muchos obstáculos para introducirlos
a esta ciudad, se decidió por las aguas que corrían por debajo
de la tierra.
Decía que los pozos tenían excelente y suficiente agua
a once varas de profundidad y también creía, que bajo la
Plaza Mayor, encontraría agua en abundancia. Esto provocó
muchas controversias y comentarios, a pesar de esto y los 60 mil pesos
de presupuesto, se inició el 19 de noviembre de 1731. Se perforaron
tres líneas de pozos, extendidos en dos ángulos, con comunicación
subterránea y aumento progresivo hasta las cajas repartidoras y
la atarjea con sus progresivos registros, se suspendieron las obras el
17 de abril de 1734, con notoria escasez de agua. Reiniciaron los trabajos
en 1737 y quedaron concluidos en junio de 1740 con un costo de 75 mil 269
pesos.
Los felices tapatíos aplaudían el trabajo de Buzeta, pues
sus calamidades habían disminuido. El 16 de septiembre de 1741 se
puso el agua en la Plaza Mayor, plazuela de San Agustín de las religiosas
Carmelitas, Palacio Real, Cárcel de Corte, plazuela de San Agustín
y convento de San Francisco. En 1750 fuertes temblores rompieron las cañerías
de la ciudad y se volvió a carecer este vital líquido. Se
propuso componer Ias cañerías, poniéndolas de plomo
donde se filtraba el agua ya para 1761, se compusieron totalmente. Siguió
la escasez de agua en la ciudad y se buscaron nuevas soluciones. En 1830
el Ayuntamiento acordó poner en uso las Norias de Mexicaltzingo.
En 1852 se abrieron 310 pozos y en la administración del general
Tolentino se utilizaron las aguas del "Agua Azul" por tres años,
después surtieron de agua a la ciudad las traídas del Colli
que eran de buena calidad. Fue puesta de nuevo en servicio una bomba en
1891 (en el Colli) y continuó trabajando por muchísimos años.
En 1885 el gobernador Francisco Tolentino compró la primera bomba
de vapor e instaló la primera tubería de fierro y explotó
en gran escala los manantiales del Agua Azul, colocó 55 hidrantes
en diferentes sitios estratégicos de la ciudad. En tiempos del gobernador
Luis del Carmen Curi, él mandó instalar 570 hidrantes y 236
surtidores para uso en caso de incendio.
El crecimiento de la población demando aumentar el caudal de
agua, aunque Buzeta hizo cosas buenas, pero eran para cubrir las necesidades
de esos tiempos; así que al paso de los siglos muchas personas aportaron
muchas ideas funcionales para eliminar este problema que sufrió
la gente tapatía desde su fundación. Actualmente la ciudad
de Guadalajara obtiene su agua de tres formas: Conducida por acueducto
desde Chapala, de mantos freáticos y del sistema La Zurda-Presa
Calderón. El agua de Chapala se extrae 5 kilómetros al oriente
de la población del mismo nombre, por medio de cinco equipos de
bombeo y de ahí se conduce por un acueducto que mide 42.5 kilómetros
a una planta potabilizadora que está en la falda del cerro del Cuatro.
De este sistema se obtiene el 65 por ciento del agua consumida en la ciudad,
7 mil 500 litros por segundo.
La segunda fuente es el sistema regional La Zurda-Presa Calderón.
Muy cerca de Zapotlanejo está la presa oficialmente llamada ingeniero
Elías González Chávez, de donde sale el acueducto
de 31 kilómetros que lleva el agua a la planta potabilizadora San
Gaspar, para que ahí se distribuya. Por último, Guadalajara
cuenta con mantos acuíferos, siendo el más importante el
de Tesistán-Atemajac, del cual se extraen 2 mil 500 litros por segundo.
Tal vez sea el lugar para recordar la anécdota del burrito aguador
del convento de San Francisco: "Erase un burrito que había
dado por amor de Dios un español a los frailes franciscanos.
Resultó terco y caprichudo el animal: poníanle los frailes
los cántaros en las aguaderas e íbase el burro solo, sin
guía ni arriero, hasta los manantiales del cercano pueblo de Mexicaltzingo;
ahí esperaba que algún vecino o aguador le llenáse
los cántaros; luego, regresaba al convento donde los monjes le quitaban
la carga y le habían de dar su ración, que eran ciertas mazorcas
de maíz, comidas éstas, se volvía por otra carga de
agua de la misma manera que la primera; a su vuelta, volviéndolo
a descargar, dábale más maíz, pero en esta segunda
vez, no había poder humano que lo hiciera volver. Ni con golpes
con palo, ni castigos con azotes, ni estímulos con maíz le
hacían volver por tercera vez al manantial en busca de más
agua; dos caminos, dice el cronista, eran cada día su tarea y no
había de pasar de allí, ni por bien, ni por mal, aún
cuando los frailes franciscanos careciesen de agua y padeciesen sed".