Algunas Boticas Tapatías



A mediados del siglo XVI, cuando los franciscanos fundaron su convento en estas tierras, ahí les daban refugio a los caminantes, alimentaban a los pobres y atendían a los enfermos; nos cuenta el cronista Fray Antonio Tello de un fray Francisco Tabares, "médico, boticario y barbero excelente... la botica la tuvo siempre con mucho aseo y limpieza, y en sus manos fue la mejor de la ciudad

Los más de los medicamentos los gastaba en los frailes nescesitados, que no los podía negar por su mucha caridad. Cuando era llamado por algún enfermo, iba con todo gusto y amor, llevando las medicinas necesarias... ".

Finalizando ese siglo, Guadalajara ya contaba con el servicio de dos hospitales, el de la Santa Vera Cruz y el de San Miguel, cada uno de estos hospitales contaba con uno botica muy pobre, pues contaba con muy pocos elementos para curar.

"Lo común era curar con vegetales simples, o combinados con productos animales y minerales que ahora causan pavor y asco". Nos cuenta Leopoldo l. Orendáin que: "Los médicos prescribían jarabes, ungüentos, lociones, emplastos, infusiones y cataplasmas, dosificados empíricamente, o bajo peso y medida supuestamente exactos. De esta suerte, el boticario reunía las cualidades del nigromante con los méritos del astrólogo que heredó de los alquimistas de la edad media". El señor Arturo Chávez Hayhoe, en su "Guadalajara en el siglo XVI", nos informa que los médicos antiguos se guiaban por la astrología, la astronomía y por varias cosas más: Orendáin, en su "Cosas de viejos papeles" nos dice que: "El ejercicio de la farmacognosia lo vigilaba el protomedicato que a su vez, se guíaba por las reglas del Colegio de Boticarios de Madrid, tratándose de los medicamentos de últramar". "Las Leyes de Recapitulación listan cientos de productos tasándolos en cuanto a peso, medidas y precios, agrupados en divisiones y subdivisiones.

Mencionan en textos latino y castellano las aguas, untos, bálsamos, elíxires, emplastos, extractos, gomas, flores, hierbas, raíces, piedras, aceites, sales, polvos, semillas, espíritus, jarabes, magistrales y mil cosas más". Fue tradicional el usar el latín en el desempeño de la farmacia, "así se ocultaba al vulgo la sencillez de los remedios que, tomados con fe, redundaban en honra del médico, provecho del boticario y agradecimiento del enfermo".

En las boticas era común ver muchos frascos y algunos de ellos decorados con motivos de todo tipo, cada uno de ellos tenía enmarcado un letrero que decía lo que contenía; colocaban algún busto de Galeno, Hipócrates, Avicea y hasta del doctor Fausto. En alguna parte visible colocaban un cuadro con la estampa o pintura del santo titular.

Las personas que acudían a estas boticas, para que les prepararan sus medicinas, cargaban con alguna botella o frasco si se trataba de líquidos; de algún tarro si era un ungüento; las pildoras y pastillas se daban en alcatraces. El 31 de julio de 1886, salió publicado en el periódico "El Telegrama" el siguiente anuncio: "Medicinal, agradable y sin rival para enfermedades estómago, jaquecas, &, &, es agua gaseosa pura, químicamente preparadas, que en magníficos sifones nuevecitos y que no se salen, venden en botica señor Jesús Ascencio, calle Palacio 11 1/2".

El Ayuntamiento de Guadalajara ordenó en 1821, que todos los médicos y cirujanos escribieran las recetas "en castellano, con claridad, prescindiendo de abreviaturas misteriosas". En noviembre de 1834, el Cabildo dispuso que los boticarios sellaran las recetas, y que anotaran el importe y la fecha. En 1854, funcionaban en Guadalajara once boticas, número que se duplicó en 1880; para 1886, ejercían la profesión de farmacéuticos 17 personas destacanao la botica de don Lázaro Pérez, "hombre sabio, botánico, físico, químico y toxicólogo, cuyo negocio se hallaba en el número 18 de la calle Santa Teresa, considerándolo como sucursal de la "Gran Droguería de Lázaro Pérez e Hijo, ubicada en la calle de Santa Mónica 4".

La botica de Manuel Ocampo Cortés se fundó en 1802 y duró en servicio más de un siglo, también existieron las siguientes boticas: la de don Jesús Ascencio, La Compañia del profesor Vidal Torres, la de Carlos Pérez Rojas, la Droguería Continental de los señores Silva, la botica de Antonio Gutiérrez Esteves, la de don Eustaquio Morillo (padre del Dr. Atl), del Refugio de Lorenzo Ornelas, del Auxilio de Tomás González, de las Mercedes de Jacinto Montaño, la droguería de Juan Jaaks, entre otras. En la última década del siglo XIX existían 24 boticas; en abril de 1885 la Droguería de Lázaro Pérez e Hijos, anunció en un periódico: "Los dolores de cabeza, las neuralgias, el dolor de muelas y el reumatismo, se curan como por encanto con los Lápices o Conos de Menthol, maravilloso remedio japonés que no debe faltar en ninguna familia".

Allá por 1890, esta misma droguería se anunciaba: "Este famoso establecimiento tiene y tendrá siempre el surtido más completo, abundante, selecto y variado que pueda hallarse en esta plaza relativo a drogas, productos químicos y farmacéuticos, especialidades, medicinas de patente, perfumería, artículos de tocador, esponjas, instrumentos, aparatos, enseres y útiles de farmacéuticos y médicos, vidriería, materiales para fotografía, vendajes, máquinas eléctricas, atomizadores de vapor de Lister, aguas minerales, etc.

Cada mes llegan nuevas mercancías de Londres, Berlín, Dresden, Hamburgo, Leipzing, Nueva York y Filadelfia. Correspondencia en frances, inglés y alemán". Con la llegada de las farmacias a estas tierras tapatías, poco a poco las boticas vieron que aminoraban sus clientes, pues en las farmacias les vendían los mismos productos en menos tiempo y de una manera más práctica. Así que en poco tiempo se fueron extiguiendo, hasta quedar muy pocas en comparación con años pasados.

Actualmente las boticas más antiguas que están en servicio, son "La Botica Jalisciense" del señor Manuel R. Alvarez (tiene 115 años), en la calle Morelos No. 512; y "La Botica del Hospicio" de la señora Narcisa B. viuda de Garnica, en la calle Dionisio Rodríguez No. 152, esquina con Cabañas. Aún se pueden apreciar varios frascos muy viejos, píntados con flores o motivos nacionales, los estantes y el mostrador de madera. Existen también las boticas de Toledo, Galénica, Botica Nueva, Botica Dermatológica, entre otras.



 


 
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